Alfonsín

domingo, 17 de octubre de 2010

Provincias Peronistas: Literalmente






La costumbre de bautizar hospitales, ciudades, barrios e instituciones públicas con el nombre de un presidente, mientras el mandatario todavía ocupa el sillón de Rivadavia, fue una práctica muy común durante la primera y segunda presidencia de Juan Domingo Perón.
En diciembre de 1951, el Congreso Nacional aprobó una ley que rebautizó la provincia de Chaco como “Provincia Presidente Perón”. Durante ese tiempo, el cambio impuesto fue muy respetado. Tanto que se confeccionó un nuevo escudo: el símbolo del Partido Justicialista, con un pequeño dibujo del rostro de Perón. La modificación se mantuvo durante cuatro años, hasta que la Revolución Libertadora le devolvió la denominación original.
Algo similar ocurrió con Evita, a la que, además de dedicarle el bautismo de varias ciudades con su nombre, también se determinó modificar el nombre de La Pampa por el de “Provincia Eva Perón”. El nuevo escudo tenía, además de las espigas de trigo y una cinta argentina, el perfil de Eva iluminado por dos manos cruzadas sosteniendo una antorcha.

Adivina quién están en las foto...

"La única verddad es la realidad". Y que mejor que mostrar la realidad con una foto.

Como muchos no la adivinaron aquí va la respuesta (Gracias don Pusterla)

martes, 12 de octubre de 2010

Respuesta de Lanata a 678

lunes, 11 de octubre de 2010

Comunicado de Alvear en su exilio (1931)





Una orden del gobierno provisional me obliga a abandonar el territorio de la República.No descenderé a discutir los fundamentos porque no merece tal honra la arbitrariedad.

Me alejo del territorio de mi patria, con un sentimiento profundo por la oscura nube que se cierne sobre sus destinos; con sincera conmiseración por los hombres que ejercensu autoridad “de facto”.

Honrado con la presidencia de la Nación, en una elección libérrima, cuya legalidad no fue objetada, entiendo haber realizado su ejercicio con la autonomía y altivez moral que se fundaba en la ausencia de toda aspiración y en mi propia prescindencia.

Ningún ciudadano de mi país, que tenga una conciencia honrada, podrá desconocer que fui respetuoso de las leyes y de las instituciones; que no subordiné las altas inspiracionesde mi gobierno a las direcciones ajenas a mi partido, y que al declinar en el cargo, sacrifiqué mis predilecciones, resistiéndome a arrojar en la balanza de la democracia, para favorecerlas, la gravitación del poder o de la violencia.

He sido, pues, y soy legalista.


Los hombres de mi clase hablan por su conducta, en lo privado y en lo político, en sus actos de ciudadano y en la acción directiva de los partidos. Los que juran ante su pueblo, congregado en horas solemnes, para violar después sus promesas, se explicaque crean compatibles con el decoro de los hombres, la canción humillante de declaraciones exigidas con imperio.

Cuando la revolución de septiembre interrumpió la fecunda evolución electoral iniciada en 1912, en el momento, quizá, de su eclosión definitiva, respeté el hecho consumado, esperando que, después del accidente, volveríamos a las grandes rutas, reanudandola marcha, en las avenidas de la democracia.

Tengo la certeza de expresar, no sólo mi sentimiento propio, sino una amargura difundida en el alma de nuestro pueblo, al decir que una serie de decepciones, nos ha traído la convicción, a que hasta ahora nos habíamos resistido, de que, a pesar del desarrollo de nuestra civilización, hemos llegado a un despotismo, que en progresiva ebriedadde prepotencia, se ha lanzado al ensayo de una dictadura, en definitiva siempre estéril,ante la experiencia histórica. Se pretende afianzarla sobre la democracia que nos legaron nuestros padres, con torpes ardides de política. Contrasta la osadía con que se privade su libertad al pueblo indefenso, con la prudencia con que se quiere consolidar la adhesión del ejército, perturbando las virtudes de nuestras respetables instituciones militares.

Una moral nueva pretende esparcirse por la República y, ante ella, deben hacer acto de contrición todos los partidos. Si no lo hacen se establece por decreto su muerte civil y se les priva de todo derecho.

La ética de las autoridades, que se declaran revolucionarias, investiga en forma detonante,los pequeños hurtos de la administración; pero, considera legítimo el hurto hecho,ante la faz del mundo, de toda la voluntad de un pueblo, expresada en urnas indiscutidas,como ha ocurrido en el Primer Estado Argentino. Para evitar que contra ellos se proteste, se llenan las cárceles con presos políticos y con estudiantes. Por vez primera en la historia nacional, se oye hablar de espantosas torturas medioevales, aplicadas con entonación tenebrosa. Los jueces que habían dado fundamentos jurídicos al gobierno“de facto”, sobre la base de su juramento de respetar nuestra Constitución, formulado en nuestra plaza histórica y en presencia del pueblo congregado, son separados des us puestos, cuando contrarían la voluntad del gobierno, por el mero hecho de poner en ejercicio los recursos de amparo a la libertad individual, que había declarado subsistentes nuestra Suprema Corte de Justicia.


El penoso relato es, sin embargo, una simple comprobación de hechos. Los ciudadanos de la Nación, a quienes me dirijo, sabrán resolver en el silencio de sus conciencias,si este relato es exacto. La síntesis cuesta expresarla, pero es irreprimible: la República Argentina, la Nación magnífica que atraía las miradas del mundo, ha dejado de ser una civilización política.

Contemplo, desde lejos, en el barco que me aleja, la ciudad natal en donde se levantan las estatuas de mis antepasados. Me considero con derecho al respeto de todas sus clases sociales, porque supe gobernarlas con legalidad, con orden y con prudencia.Me apartan de su seno manos crispadas. He de repetir que compadezco a los que no saben mantener ese reposo y esa serenidad que es la dignidad del gobierno. Deseo que notengan que responder ante la posteridad de haber dispersado el caudal de los sacrificios argentinos en aventuras inciertas.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Carta de navidad de Crisólogo Larralde

Crisólogo Larralde
Saludo en Jesús al caudillo inmortal; al predicador de la libertad, de la igualdad entre los hombres, al demócrata cabal y al más austero y respetable gobernante de las almas. Al padre cuyo ejemplo nos sigue probando como, la muerte, es únicamente ausencia de moral y de alta conducta.
Reverencio en Jesús a quien señaló iluminados senderos de desinterés, de solidaridad, de tolerancia, de justicia, de perdón y de amor; al flagelado, humillado y escarnecido cuya imagen se alza imperecedera y victoriosa sobre la desolación del mundo ennegrecido por los odios políticos, menguado en las luchas colmadas de felonías, parcelado por el egoísmo y las ambiciones de riqueza y poder.
Saludo en Él, al padre y al maestro, al docente histórico y mayúsculo en los combates contra los privilegios y las huecas jerarquías, al orientador cuya presencia invocamos de continuo para marchar en la dirección de su índice hacia los horizontes sin guerras, sin clases, sin odios raciales, sin explotación y sin miseria.
Si a ÉL -proveedor inagotable- pudiéramos pedirle algo, rogaríamos su luz para los argentinos, tan necesitados de entendernos en la realización de un esfuerzo común por la reconstrucción de nuestro solar nativo con las solas manos, la sola sangre, la sola voluntad heredadas del seno materno. Invocándolo por imperio del sentimiento cristiano, concédaseme expresar a mí, hombre de lucha, mi esperanza de un año, comienzo de otros muchos, de cordialidad entre los argentinos y de consolidación nacional. Ninguna palabra, de esas sonoras pero agrias palabras de los combatientes políticos, cabe decir, sin agraviarlo, en estas pocas y pobre de homenaje a Jesús. Él vivió entre los hombres -entre los desnudos y analfabetos hombres del pueblo- señaló rumbos cuyo abandono significó caer en la conducta ignominiosa, en el rencor implacable, en la cobardía abyecta en la defección culpable.
Político, piedra dura y oscura de la inmensa cantera popular, con mis cantos pulidos de tanto combatir, paréceme irreverente aludir a la sustancia de nuestros apasionados desencuentros en cuya entraña vibran las estridencias de un combate por objetivos a menudo personales, casi siempre transitorios. Digamos, pues, pensando en ÉL, esta Navidad nos mejore a todos, nos reconcilie y nos enseñe como, en el desprecio de todo poder está todo el poder.
RESURGIMIENTO RADICAL AVELLANEDA - Crisólogo Larralde